jueves, 25 de abril de 2002

2-0

- ¡En cuadro! ¡Formad en cuadro!


Al oír la orden de su general los enanos forman varios cuadros defensivos, cuadros acorazados con escamas de acero y erizados de picas y hachas. Contra los cuadros se estrella la infantería gondoriana, que ha acudido a rechazar al enemigo que se ha internado en la bella Ithilien. Lanzan ataque tras ataque, durante toda la mañana los infantes se lanzan contra los férreos cuadros, que resisten impávidos la marea de Gondor. Exasperado, el jefe de la infantería, Faramir, Capitán de los dunedain del Sur, asume el mando en primera línea. Sus hombres desbaratan un cuadro, pero los enanos supervivientes se refugian en el resto de sus formaciones, ni un palmo del jardín de Gondor se ha recuperado. Cuando llega el mediodía, cuando los infantes están exhaustos, el comandante de las fuerzas del sur, Boromir, toca a reunión.


- Muy bien, esos malditos enanos son invencibles cuando deciden defenderse. No hay forma de penetrar esas formaciones blindadas. Cuando empiece la tarde simularemos una retirada y cuando deshagan los cuadros para atacar las fuerzas en desbandada los desbordaremos con la caballería. Imrahil desde la izquierda y yo desde la derecha. ¿De acuerdo?


- Bueno – aduce su cansado hermano -... Si deciden volver a formar no podrás romper su defensa, la caballería no sirve de nada contra esas formaciones defensivas.


- Veremos.





Empieza la tarde y Faramir hace su jugada, toca a retirada y desbanda sus tropas en dirección a la Torre Blanca. El jefe enano, Mellon Gabilul, se cala su casco.


- ¡Adelante! ¡Esta noche cenaremos en la Ciudad Blanca! ¡En cuña!


Las masas de enanos forman una punta de lanza que se lanza sobre los desorganizados soldados. Pero su piel se eriza cuando oye sonar un cuerno a su izquierda.


- ¿Qué es eso?


- Juego la carta de liderazgo y te ataco por el flanco – responde Boromir.


- ¿Qué? ¿Con qué fuerzas?


- Con las que oculté en el bosque.


- Oh, vamos – aduce Mellon - ¿crees que vas a ganar por una simple carga?. Ni siquiera has tirado los dados. Respeta las reglas... humano.


- Vas a ver, con menos de 60 pulverizaré tu cuña, deberías haber mandado exploradores alrededor de tu ejercito... enano.


- ¿Vas a tirar o no? – pregunta Faramir – Por cierto, ¿donde está el fulano ese de la espada negra?


- Ni idea, creo que le estaba dando la brasa a Noldorynn con la historia aquella del dragón y el desfiladero.


- ¿Otra vez? ¡Ahí va!


El primer dado rueda sobre el tablero donde las fichas de los ejércitos simulan un combate a muerte. Un cero.


- ¡Bien!


- Te recuerdo que te falta otro dado – repone Mellon -. Aún puedes sacar un crítico.


- Estás perdido, mi querido adorno para el césped – presume Boromir -. Tu punta de lanza se va a deshacer ante mis caballeros.


- ¡Calla! – grita el resto, exasperado - ¡¿Vas a tirar de una vez?!


- ¿Cómo váis? – pregunta Noldorynn, acercándose al grupo.


- Bien – contesta Boromir – Este “primer fabricado” va a pagar la próxima cena en el Poney. ¿Dónde has dejado a Turín?


- Salió fuera, farfullando algo acerca de un dragón... Me parece que ha vuelto a pasarse con la hidromiel...


- Bueno, ha dejado aquí a la espada negra. Está solo y desarmado, no creo que vuelva a repetir lo del pobre Beleg... un suceso lamentable, tristísimo... me debía cuarenta monedas de oro. ¡Ahí va!


El dado rueda, choca contra dos figuras y se frena... otro cero. Crítico.


- ¡Aaaaarrgh! ¿Cómo es posible?


- La suerte...


- ¿Suerte? Mala suerte querrás decir... ¡Faramir, deja de reírte! Oh, cielos... Vale, tiraré para el crítico.


Vuelve a tirar los dos dados, estos se deslizan sobre el tablero y finalmente se paran, señalando el destino del hijo de Denethor.


- ¡No! ¿Otro doble cero? ¿De quien son estos dados?


Mientras Mellon silba una alegre tonadilla, presa de un repentino interés por la decoración del salón, el resto del grupo lee el resultado en las tablas de críticos. Se miran entre ellos y estallan en risas.


- ¿Qué? ¿Qué pasa?


- Jah, jah, jah... “Presa de un malsano orgullo, reclamas el Anillo y pereces minutos más tarde sin conseguirlo. Sin liderazgo, tus fuerzas se dispersan”. Creo que has perdido, hermano. Metafóricamente hablando, las botas enanas resuenan por los salones de Ecthelion.


- ¿El Anillo? ¿Otra vez? ¡Maldita sea! ¡Es la tercera vez que me sale ese crítico esta semana! ¡Por los dioses que...!


Un grito escalofriante corta de cuajo las quejas del gondoriano, helando las risas del resto. Es un alarido lleno de agonía, infrahumano. Inquietos, toman sus armas y salen al exterior, donde se topan con un tambaleante Turín.


- ¡Ashí aprenderash, maldita beshtia! ¡Ashí peres... fallesc... mueran los enemigos de la casa de Húrin!


- ¡Oh, por los dioses! – exclama Faramir -. Se ha cargado al olifante... con las manos desnudas...


- ¡Me costó una fortuna! – se lamenta Boromir -. Vaya día... digo noche. En fin, ¿quién se lo va a explicar a Padre?


- A mi no me mires – contesta Mellon -. Te recuerdo que has perdido la partida, amigo mío, vamos dos a cero. ¿La próxima en mi casa, en Moria? Tengo un Viña Mellonia de hace noventa años insuperable.


- De acuerdo. Será la semana que viene. Antes de iros ayudarme a limpiar todo esto, por favor... Dioses, prácticamente lo ha descuartizado...