Vale, por fin la tengo. Más de doscientas islas de los Uros y llevo toda la mañana buscando una foto decente. Recorro toda esta isla Titicaca mientras los cuatro mil cien metros de altura se me clavan en las sienes y me lastran con un ligero pero constante dolor de cabeza que el mate de coca apenas empieza ahora a combatir. Mientras me peleo con la Nikkon nueva maldigo por enésima vez la mala memoria que se ha dejado el manual de instrucciones a varios países y un océano de distancia. Que si el enfoque, la luz, echar a cara o cruz el uso del polarizador... y de repente este proyecto de belleza andina se me cuela en la foto con todo el descaro del mundo. Parece increíble que una niña tan pequeña pueda cargar con tantos colores. En todo caso me soluciona la foto... y diría que ya no me duele tanto la cabeza
sábado, 1 de enero de 2005
Gladys y Leo
ALBERT: No recuerdo el nombre del pueblo, solo que estaba en la ribera del Pachitea. Bajé del autobús, por llamarlo de alguna forma, completamente deslomado, los riñones hechos polvo y hambriento como un lobo, habíamos tardado cinco horas en hacer un trayecto que había calculado en menos de la mitad. Y aún faltaba hasta Pucallpa.
BRIGITTE: Tú y tus atajos...