domingo, 14 de julio de 2002

Perjuros


 

            Somos los perjuros... Traidores a un juramento realizado en otro tiempo, hace tanto tiempo... Traidores a nuestro pueblo, alzado en armas para rechazar el avance de la Sombra. Traidores al señor Isildur, necesitado de guerreros para combatir al Enemigo. Traidores. Perjuros.

 

            ¡Llega el Rey!

 

            Hace meses que resuena este grito en nuestras cavernas. Las cavernas que hemos ocupado desde que, avergonzados por nuestra debilidad, huimos del mundo de los hombres. Rechazados por todos, heridos nuestros ojos por el brillo de la furia del Rey, de la gloria de los vencedores, nos recluimos en la oscuridad que abrazamos en nuestra locura. Pero ya  llega el tiempo de retribución. Lo trae el Rey.

 

            ¡Llega el Rey!

 

            Hace meses que resuena este grito en nuestras herrerías, en nuestros cuarteles, en nuestras minas. Los maestros artesanos trabajan sin descanso, extrayendo del hierro y el carbón que nos rodean el acero que habrá de redimirnos. Las cotas y escudos que serán la defensa del Rey. Las espadas y lanzas que asestarán un golpe mortal al Enemigo. Nuestros pertrechos están listos. Porque llega el Rey.

 

            ¡Llega el Rey!

 

            Hace meses que resuena este grito en nuestros campamentos. En las inmensas bóvedas de roca donde los maestros de armas nos preparan eternamente para el día de la liberación. Desde que cayó la sombra sobre nosotros nos hemos preparado. Día a día, año tras año, un siglo tras otro. Y ahora sabemos que no tenemos rival entre los hombres mortales. Porque los mejores entre nosotros analizaron las artes del Enemigo. El miedo es nuestra vanguardia, la cuña que deshará las filas de nuestros adversarios. A nuestros flancos la desesperación y la vergüenza golpearán el corazón enemigo. Y nosotros mismos, templados en las tinieblas, oscuros como el Oscuro, seremos la maza que deshaga la amenaza sobre nuestra tierra. Golpearemos. Porque así lo quiere el Rey.

 

            ¡Llega el Rey!

 

            Hace meses que nuestros augures repiten estas palabras. Navegan por las corrientes del destino y saben que llega nuestra hora. Que reclamados saldremos de la montaña para enfrentar al enemigo que otrora temimos. Venceremos y seremos liberados. O caeremos derrotados y nuestro estado actual se nos antojará envidiable comparado con el destino que han entrevisto los videntes. El Enemigo no tendrá clemencia. No la queremos. Esta vez nuestros corazones están preparados para honrar el Juramento. La palabra dada al Rey.

 

            ¡Llega el Rey!

 

            Ahhh... sí, llega el Rey. Le siguen un puñado de valientes, fuertes como los hombres grandes de antaño, los que llegaron de más allá del mar. Hace pocas horas cruzaron la puerta norte. Siento su avance, pues ¿acaso no soy rey yo mismo?. Fui el Rey de  las Montañas cuando juré al señor Isildur, ahora soy el Rey de los Muertos. En el momento de mayor necesidad del heredero de nuestro señor, cuando la esperanza vacila, los muertos salimos a su encuentro y le rendimos pleitesía. Escucha... ¿No oyes como el tambor de guerra te llama a la batalla? ¿No caldea tu sangre el sonido de los cuernos de plata? Es tu Rey que te llama, perjuro. Llega el que fue profetizado, el que blande la Llama del Oeste, el que porta la estrella de Elendil, rey de dos reinos. Y con él, por la esperanza de la Luz, rechazamos a las tinieblas. ¡Adelante, Perjuros!

 

 

 

Jose, 14 de julio de 2002