miércoles, 25 de agosto de 2010

Narn

El pequeño club de oficiales se ha convertido en un torbellino. Olvidados sobre una mesa yacen los periódicos, viejos de semanas, desbordados por la velocidad de la radio. Un ordenanza entra entonces con el correo, tan retrasado como los diarios y tan olvidado ahora como ellos. En otros tiempos los jóvenes oficiales se habrían apiñado en torno del portador de las noticias tan esperadas, del padre o la madre, la esposa, de todos los que se encuentran a un continente de distancia, tan cerca de la primera linea, sometidos a frecuentes bombardeos. Pero ahora la voz tonante del locutor del servicio internacional de la BBC reclama su atención en un boletín urgente. El día anterior, el siete de diciembre de 1941, Japón había atacado a la flota americana en las islas Hawái. Como consecuencia del juego de alianzas los Estados Unidos entrarían, ahora de pleno, junto al Reino Unido en la lucha contra las potencias del Eje.

Los jóvenes pilotos que operan en Sudáfrica se felicitan unos a otros, se abrazan, celebran la llegada de tan poderoso aliado en la hora más oscura. Pero tanta alegría no es compartida por todos. Mientras sus compañeros se arremolinan en torno al aparato de radio, uno de ellos ha rebuscado entre las cartas recién llegadas, hasta encontrar un grueso sobre. Ignorando las expresiones de alegría de sus compañeros, sale al exterior y busca un lugar tranquilo donde leer la carta. Despacio, elaborando un rito que años antes le enseñó su corresponsal, extrae de sus bolsillos tabaco y una pipa. La prepara lentamente, da algunas caladas, dibuja unos círculos de humo y abre la carta. Vencida su escasa paciencia, comienza a devorar sus líneas, párrafo tras párrafo, hoja tras hoja. Terminada la carta, vidriosos los ojos, comienza una relectura más sosegada, disfrutando ahora de los detalles de una historia tan terrible como bella.

Mira hacia al oeste, como es su costumbre cuando lee estas cartas. Ha dejado junto a él la misiva y una ráfaga de viento, de ese viento del oeste que desde pequeño ha sido para él como un presagio, se lleva la historia. Un camarada le alcanza la carta, no sin antes echar un vistazo.

- Despierta, pasmado. Perderás estos papeles…

Sin una palabra, presa aún de la emoción, el oficial toma las hojas que le tiende su compañero, que ve las lágrimas en su cara.

- ¿Te encuentras bien? ¿Malas noticias de casa?

- Malas noticias… En cierta forma, sí. Mi padre me informa de la muerte de un amigo muy querido.

- Lo siento mucho, Christopher.

Se retira el joven oficial tras haber dado el pésame. Cabecea pensando en su compañero, con fama de soñador, al que toman el pelo diciéndole que vive en las nubes, lo que no es necesariamente malo para un piloto. Piensa en la carta que apenas ha entrevisto, y se pregunta qué tipo de persona puede notificar la muerte de un amigo con un poema de varias páginas. ¿Y qué demonios es un Narn?