martes, 22 de diciembre de 2015

Destino

Las besa con suma conciencia para no equivocarse con las hilanderas. Dos besos, uno en cada mejilla, para la doncella. Un beso, en los labios, para la madre. Y un último beso, en la frente, para la anciana. La doncella agacha la cabeza mostrando sus manos vacías, no habrá más hilo de oro, no más alegría, no más gloria. La madre rehúye su mirada, a su espalda sus manos ocultan un ovillo de lana negra. Solo la anciana lo mira de frente, las manos sobre el regazo y en ellas unas tijeras. Creo que puedo guardarme mis preguntas, piensa el joven guerrero. Ya tengo todas las respuestas.

miércoles, 23 de septiembre de 2015


La caja

Al abrir el contenedor se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. Pero siguió buscando. Él le había dicho que estaba al fondo. Que lo último que quedaba en la caja era importante. Se le iba la mente, con cada mal que escapaba del recipiente su cabeza se perdía más y más. Pero no podía, no debía parar, él le había dicho que sin lo que había al final no habría hombres. Cayó al suelo, desmayada. Pero no vencida. Allí estaba, al fondo del contenedor, brillante como una estrella. La esperanza.



Recuerdos

Al abrir el contenedor se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. Sonrió triste, reacia a engañarse a sí misma. Hacía tanto que olvidaba tantas cosas. Si hubiese tenido familia ahora podría apoyarse en ellos, pero estaba tan sola... Desató un lazo azul celeste que sostenía un paquete de libros, tomó uno de ellos. Pasó las páginas, deteniéndose donde algunas desvaídas entradas de cine quizá señalaran algo importante. Unas flores secas resbalaron hasta el suelo. No podía recordar ni las películas ni dónde había recogido aquellas flores. Apretando el diario contra su pecho dejó escapar un sollozo. A su espalda, apenado, su marido abrazaba a uno de sus hijos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Prisión


Seguía atrapado allí dentro del espejo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Meses? ¿Años? El pergamino le aseguró que encontraría todas las respuestas dentro del espejo, si se sumergía en él durante la noche más larga y oscura, cuando el solsticio de invierno coincidía con el novilunio. Lo único que encontró fue a un anciano gritando “¡libre!”, mientras la fuerza del espejo le arrastraba dentro, a una prisión sin puertas ni esperanzas. Bueno, solo una. Que alguien encontrara de nuevo ese pergamino.

Atrapados


Seguía atrapado allí dentro. Casi dos mil personas apiñadas en un espacio pensado como máximo para setecientas. Podía oír el llanto de un niño, preguntando a sus padres cuando podrían salir de allí. El hedor a humanidad encerrada comenzaba a hacerse insoportable. Pronto empezarían las peleas por los mejores lugares, más cómodos y con más aire fresco. Los débiles serían desplazados al centro del pasillo y sin duda serían los primeros en ser devorados cuando llegara el hambre. Quizá estuviese exagerando, pero ya llevaban quince minutos parados en el tunel del metro.

lunes, 9 de febrero de 2015

Venganza

Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio. Y sabrá en ese mismo instante que fui yo quien recogió las cuerdas lo suficiente como para dejarlas fuera de su alcance. Que pagará, culpable, con su vida. Espero que en el momento en el que quede suspendida en el aire, inalcanzable el resto de su vida, pueda ver mis ojos. Y que lea en ellos, y se lleve con ella el recuerdo de que siempre supe.

Aburrimiento

Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio. Dibujaré al pobre trapecista cayendo al vacío del ejercicio inferior, el de calcular el volumen de un cilindro. Ya veremos, a lo mejor se lo lleno de agua. O de pirañas. Depende de lo aburrido que esté el resto del examen.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Y fin

No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde. Buena comida, buena bebida, buena compañía… Lástima de la música, pero sin tener electricidad no parecía una buena idea. Podíamos haber traído unas baterías, pero parecía mucho trabajo para tan poco tiempo, y subirlas hasta aquí arriba nos daba pereza. Porque buena vista tenemos, ¿eh? Desde esta terraza lo vamos a ver todo genial cuando suenen las trompetas, aparezcan los cuatro jinetes y todo se vaya a la mierda. No todos los días llega el fin del mundo.

lunes, 19 de enero de 2015

Casi

Usted es el primero que la abre, joven. Le felicito. Muchos otros han venido antes que usted y han fracasado antes de llegar a la puerta. Las trampas mortales, los guardias, el laberinto… Ha conseguido usted superar todas las barreras, estoy impresionado. Tenga, tome un poco de agua, parece que ya le está subiendo la fiebre. Es usted uno entre un millón. Una lástima lo del mecanismo con la aguja envenenada en la cerradura de la puerta, ¿verdad? ¿cómo no se le ocurrió ponerse guantes gruesos? No me mire así, comprenderá que un hombre debe proteger sus riquezas.



Largo de aquí

Usted es el primero que la abre. Al menos desde dentro, claro. Deje esa cabeza ahí fuera, se lo ruego, si se empapan las alfombras se echarán a perder. Por favor, no me grite, me da igual quien sea. ¿Hijo de Poseidón? Claro, claro. Mucho más original que ser descendiente de Zeus, podría pensarse que el Olímpico se pasa todo el día... La espada, por favor, que los tapices no se limpian solos. Le repito que deje de gritar. Recoja su hilo y lárguese, al rey no le va a hacer ninguna gracia lo que ha hecho con su mascota.