domingo, 25 de agosto de 2002

Nazgul

“Tal vez no lo creáis, pero yo fui un hombre como vos. No un rey, desde luego, aunque pude reinar y por mis venas corre... corría sangre real. Pero os superé sin duda como conductor de hombres, y después de vuestra estúpida captura me temo que sin duda mi capacidad de raciocinio es también mayor.”

“¿Cómo? Ya veo, os preguntáis porqué no soy entonces el primero entre los míos. Bueno, aunque soy ducho en las artes de la hechicería desde luego no alcanzo la capacidad de mi inmediato superior. Aunque debo admitir que poseo ciertos talentos menores en ese campo. Pero si mi rango no es más elevado, si soy el último de los míos, se debe a que mi Señor me encuentra un tanto díscolo. Demasiado independiente para ser un siervo, me dice.

“Ah... el anillo. Sí, solo soy la sombra de un hombre, el anillo que porto en el anular de mi mano derecha es la fuente de mi poder. Multiplica la fuerza de un cuerpo que ya en vida fue fuerte y desarrolla la capacidad mágica de una mente, perdonad la inmodestia, que en su día fue brillante.

“¿Mi rostro? Queréis ver mi rostro. Me sorprende que aún seáis capaz de ver algo, de hecho ya deberíais estar muerto; no he encontrado a nadie tan resistente a la tortura como vos. Creo que os merecéis ese pequeño capricho, teniendo en cuenta vuestro destino. Normalmente mi rostro no es visible, pero vos os encontráis ya a un paso de la muerte. Con la ayuda de mis pequeñas capacidades... Aunque os lo advierto, tal vez lo que veáis no sea de vuestro agrado. Muy bien, señor, miradme.”

“¿Sorprendido? ¿Por qué? Creo que la sorpresa se debe a lo que veis en mi rostro. Sí, fui un hombre de Gondor, pertenezco a la orgullosa estirpe de los hombres de Numenor, a la hermosa Tierra de la Estrella. Sí, sí, lo sé, guardamos un gran parecido, ¿acaso no somos ramas de una misma familia? Probablemente vuestro bisabuelo y yo fuésemos cercanos parientes y caminásemos juntos por las doradas arenas de Dol Amroth.

“Serví como capitán, como consejero militar, para los hombres de Fargand, vecinos del lejano Harad, enviado allí para contrarrestar el poder de esta nación. Eran un gran pueblo, los fargandrim. Ahhh... hermosa tierra, señor. Hermosa tierra y hermosas gentes... tomad, tomad unos sorbos de agua... así... bien... muy bien...

“¿Os extraña mi comportamiento? ¿Piedad? Yo soy el que soy. Si queréis que os diga la verdad, una vez me vi en vuestra situación, fui torturado hasta casi la muerte por los haradrim, aunque para mi vergüenza os diré que mi comportamiento no fue tan ejemplar como el vuestro, mis verdugos oyeron mis gritos de dolor, a diferencia de los vuestros. Admiro vuestra capacidad de resistencia, así como vuestro valor al aceptar el desafío de mi señor. ¿De verdad pensasteis que seria una lucha limpia? Bueno, puedo deciros que yo no participé de la emboscada, aunque merecéis vuestro destino al ser tan estúpido como para haber aceptado el reto y dejar sin liderazgo a vuestro pueblo.

“Conduje a la victoria a los fargandrim en cinco campañas durante siete años. Haradrim, Aurigas, corsarios, todos los enemigos de Fargand cayeron ante el nuevo ejercito y su conductor. ¿Sabíais que fue mía la táctica que derrotó por primera vez a la agrupación de Nûmakil? ¿Y la idea de las lanzas dobles para frenar los jinetes catafractos? Permitidme esta pequeña vanagloria, mi señor, pues son mis últimos recuerdos felices de mis años en la Luz y no tengo muchas oportunidades de comentarlos. ¿Os extraña mi obediencia al Ojo? Soy un hombre leal, señor. Como leal soldado de Gondor partí a la guerra. Como leal capitán general conduje al ejercito de Gondor. Como leal consejero formé las legiones de Fargand. Como leal general cabalgué a la cabeza de mis tropas en todas las campañas. Como leal súbdito respeté a mis nuevos señores. ¿Y qué obtuve a cambio?. Mi muy noble rey de Gondor me envió al extranjero, envidioso de mi capacidad militar y mi popularidad en la milicia. Mis legiones fargandrim me abandonaron en nuestra primera y única derrota campal a manos de los crueles haradrim. Mi nueva reina me utilizó como peón para conquistar tronos para sus hijos menores... y mi nuevo rey... mi nuevo rey tras mi captura por los haradrim abandonó a mis hijas a la chusma que, enloquecida, me culpaba de la entrada de Harad en Fargand. Mis hijas tenían dieciséis y doce años, y fueron entregadas a la turba asesina... mis hermosas hijas...

“Me casé en Fargand con una dama de compañía de la reina. Fui feliz en aquella época, y el destino me bendijo con dos hijas maravillosas. Por ellas, por su seguridad futura amplié los límites de Fargand hasta extremos más allá de los permitidos por vuestro noble antepasado. El rey, agradecido, me elevó sobre los nobles de su pueblo, y ahí comenzaron todas mis desgracias. Nobles envidiosos, un heredero celoso, potencias extranjeras, hasta Osgiliath me volvió la espalda y ordenó a mi guardia volver a casa, a vuestra casa.”

“¿Qué? Perdonad, pero revivo esta historia cada noche desde hace trescientos años, es un placer tener un oyente atento como vos. ¿Qué decís? ¿Queréis más agua? ¿Por qué no volví? ¿Y por qué volver? ¿Qué había para mí en Gondor? ¿Alguien podría devolverme a mis hijas? ¿Qué habría de darme a mí la Luz? Nada... pero el Señor Oscuro sí me ayudó. Me liberó de mis captores y me entregó esta joya. Con su poder sané de mis heridas y volví a Fargand, para encontrarme con que los piadosos seguidores de vuestra Luz habían entregado a las dos flores más bellas de la tierra a una chusma sedienta de sangre, al ultraje, la tortura y la muerte más vil. Pude enterarme de que mi mujer, que rápidamente había olvidado la muerte de sus hijas y la pérdida de su esposo, era entonces duquesa. Mi mujer, el norte de mi vida, par del reino... Gracias al anillo me enteré de más cosas, como por ejemplo que el heredero de Fargand y mi muy estimado Rey de Gondor llevaban años complotando contra el rey a mis espaldas, difundiendo mentiras sobre mi persona y entregando mis planes de batalla a Harad.

“¿Mi esposa? No, no la maté. Reté y maté en duelo al pretencioso petimetre que era el príncipe, a ella le marqué la cara como falsaria de una forma que no es posible borrar, dos cortes aquí, bajo los ojos, que hacen que la cara muestre un eterno llanto. A continuación entregué mis servicios a Harad y no quedó un hombre, mujer o niño en la capital de Fargand para contar mi historia... o para recordar el ultraje cometido contra dos inocentes.”

“Echo de menos algunas cosas, la luz del amanecer, el sonido del mar... a fin de cuentas nací en el Lebennin. No he vuelto a oír la risa de una criatura desde la ultima vez que vi a mis niñas. Pero soy un hombre leal, señor. Elegí un caudillo, el único que me ayudó en mi momento de mayor necesidad, y seré fiel a él hasta el final... Sí, hasta el final que por fuerza deberá ser amargo. Pero entregué mi lealtad como un día la entregué a la Torre, y si mi nuevo señor no me falla yo no le fallaré a él. A veces... a veces desearía esa traición. Desearía que este señor, duro, cruel, me traicionara. Volver, por unos instantes, a tomar el estandarte del Árbol Blanco y combatir a la luz del sol...

- Matadme, os lo ruego, no estoy seguro de poder seguir aguantando la tortura. Sabéis que el Capitán de los Nazgul quiere convertirme en algo como vos. Sabéis quien soy y cómo he conducido mi vida. Dadme el descanso... Aún guardáis un resto de amor por nuestra tierra. En un tiempo fuisteis el primer capitán de Gondor. Por todo lo que una vez fuisteis, liberadme de vuestro destino. Queréis volver a ser un soldado de Gondor... liberad a su rey.

“¿Qué estás haciendo? Apártate de esa escoria gondoriana, el Ojo quiere su alma, no lo estorbes.”

“Atrás, Capitán. Este hombre no merece tal fin”

“Nunca serás nada entre los nuestros. Arrodíllate ante el Ojo, obedece a tu Señor y espera el castigo por tu insolencia.”

“Adiós, Señor de Gondor.”

- Adiós, Capitán de Gondor.

¡¿ Qué has hecho?! ¡Destruiré tanta desobediencia!

“Soy vuestro eterno servidor.”




Jose, 25 de agosto de 2002